domingo, 2 de octubre de 2011

VISITA NOCTURNA A LOS BAÑOS ÁRABES Y PALACIO DE MONDRAGÓN



El otro día ví una publicidad sobre una visita nocturna a los Baños Árabes y al Palacio de Mondragón y decidí apuntarme, embriagado por el romanticismo que la oferta sugería. Ciertamente esperaba otra cosa, algo más sofisticado, una recreación o una delicada presentación. La suntuosidad de los escenarios lo permitían y con un poco de iniciativa e imaginación se puede organizar una actividad extraordinaria. Sin embargo, lo que me encontré fue una simple visita guiada por los lugares más emblemáticos de la ciudad aunque, eso sí, de noche.


Patio Mudejar en el Palacio de Mondragón. Las columnas de piedra pertenecen a la época romana y sobre ellas se erigen arcos de medio punto de ladrillo decorados con azulejos de formas geométricas.

Todos los lugares que visitamos ya los conocía y también su historia pero, no sé si fue por el entusiasmo del guía, Antonio, o por la magia que la nocturnidad le imprimía, el caso es que fue una experiencia apasionante. Visitar los patios y jardines del Palacio de Mondragón (Museo Municipal), esmeradamente iluminados y en la casi absoluta soledad del grupo, te permitía abstraerte y sentir e imaginar la refinada vida de los árabes que habitaron el magnífico palacio. Sólo faltaba un poco de música de ambiente y el ruido del agua corriendo por las acequias y fuentes, pero era compensado por los bellos azulejos, los valiosísimos artesonados mozárabes y los bellos patios mudéjares. Una autentica joya.


El agua es un elemento indispensable en cualquier jardín musulmán, plagados de fuentes, acequias y canalillos. 

El trabajo de artesanía de estas puertas las convierte en auténticas obras de arte. Palacio de Mondragón.

Los reconquistadores también dejaron su impronta en la decoración del Palacio.

Detalle del artesonado mudejar en el Salón Noble del Palacio.

Después recorrimos las callejuelas de la Ciudad (como se conoce al barrio céntrico e histórico donde empezó a germinar la actual Ronda), refugiándonos del gélido y desapacible viento de la noche en el intrincado arabesco de su trazado. Es curioso y sublime lo acogedor que resulta el urbanismo musulmán, que permite protegerse con sus recodos del frío del invierno, así como del justiciero sol de verano merced a las sombras que su estrecha geometría proyecta en todos los rincones.

Cruzamos junto a la Iglesia Colegiata de Santa María la Mayor -antigua Mezquita Mayor-, el Alminar de San Sebastian -de origen almohade- y seguimos caminando hacia el Puente de las Curtidurías -llamado Puente Romano, aunque su reconstrucción es debida a los árabes-. Está este puente situado poco después de la confluencia del río Guadalevín y el Arroyo Culebras, arroyo junto al cual se encontraron los Baños Árabes.


Los techos de los Baños están plagados de lucernarios por los que la luz del Sol ilumina y decora las estancias.
Para  la  visita nocturna se sustituye el astro principal por decenas de focos colocados sobre estos lucernarios.

Ubicados extramuros de la ciudad, junto a la desaparecida Puerta del Puente, fueron descubiertos a mediados del siglo XX bajo un espeso manto de lodo y depósitos aluviales procedentes de las riadas y grandes avenidas de los ríos.  La causa de su ruina ha sido a la vez la razón de su fantástica conservación, que  ha permitido con muy pocas restauraciones recrear los Baños tal y como eran en la Runda musulmana.


Arcos de la Sala de Recepción y Pilar para refrescarse.

Se dividen en cinco cámaras principales, a saber, la recepción, la sala fría, la sala tibia, la sala caliente y las calderas. En la primera de ellas, bajo los arcos en los que se refugiaba el viajero, se encuentra un pilar central para refrescarse al llegar y, junto a él, despojarse de las ropas y ponerse el albornoz.


Las columnas de piedra de los baños también pertenecen a la época romana.


Arco de Herradura y lucernarios con forma de estrella en la bóveda de la estancia. 

Las columnas de ladrillo sustituyen a columnas de piedra original que se encontraban en peor estado.

En la sala caliente se condensaba el vapor que era repartido a traves del hipocáusto, conectado a las calderas aledañas, y en ella se tomaba el baño turco tal y como lo conocemos hoy día. En la sala templada, la mayor de todas, se descansaba, se charlaba y se hacía vida social, relajándose e incluso recibiendo los masajes con lociones y afeites. Finalmente, en las piscinas de la Sala Fría terminaba el proceso de purificación del cuerpo para comenzar con el del alma en la pequeña mezquita que había junto a los baños, antes de entrar en la ciudad.


Piscinas para el baño en la sala fría.



INFORMACIÓN: OFICINA MUNICIPAL DE TURISMO.
Paseo de Blas Infante s/n  952 18 71 19


Fuentes:
    Fotos propias.
    Historia de Ronda. Moretti.
    La Historia de Ronda en Versos. J. A. Ordoñez
    Monografía del I Congreso Historia de Ronda. Bartolomé Nieto González et Al.

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